viernes, julio 15, 2005

lo primero

Por lo pronto los dejo con estas narraciones de Guillermo Samperio, del libro Miedo ambiente y otros miedos, pueden creer que me gusto muchísimo este libro y solo me costo 10 pesos en un tianguis...


Algo sobre el color. (1981)

Solo cuando la vida se vuelve tensa, dolorosa, angustiante, los colores cobran importancia. Hay una necesidad urgentísima de explicar tantos hechos de nada y tanto, que las palabras resultan insuficientes; vienen siendo, después de noches y días de insomnio, una borrosa versión de eso que nos ha sacudido, desmembrado. Entonces nuestra ansiedad y nuestras fantasías se auxilian de otras formas de expresión: aparecen los dibujos, los sentimientos indefinibles, las ideas religiosas, o los colores.

Así, una mañana como cualquier otra, uno siente que lo violeta se ha inmiscuido en nuestras entrañas. Desde luego que se siente pánico porque inevitablemente después se dice que el violeta es el color de la culpabilidad. Y si el amor nos ha rondado la cabeza y el hígado y el alma, lo negro no puede llevarnos mas que hacia el sentimiento de la muerte. La culpabilidad, la muerte y el amor combinan terriblemente bien. Ahí es cuando se afirma que nos habita un ser violeta manchado de penumbra que habla desde nuestros ojos. ¿Qué otra cosa se puede hacer?

Pronto te preguntas por la coloración del amor, y hasta ese momento solo se atina a decir que tienen su lado violeta y negro, esto es, culpable y mortal.

Indagando mas, porque uno no desea quedarse encerrado, nocturnando, picoteado por esas tintas malditas, tendemos al encuentro de colores que expresen la satisfacción y la vida y, anhelando-buscando y sufriendo-anhelando y buscando-sufriendo, un amanecer, aunque sea alumbrado por un sol ébano, nuestros labios dicen: ”Quiero amarillez; deseo lo anaranjado.” Es decir: ”Quiero vida; deseo satisfacción.” Y esos son los sitios, a veces los oasis, hacia los que uno correo, aunque se interponga una ciudad entre un pigmento y otro, mientras el cuerpo despide un llanto doloroso a través de todos sus locos miembros. Si, la carrera será larga; a veces nos tropezaremos con cactus y coladeras y dunas terribles, pero cada vez mas nos llenaremos de gozo porque nuestro rostro comenzara a iluminarse de luces amarillas y naranjas. El sol mostrara una medio luna dorada y los rayos de luz que vengan desde ahí nos provocaran tranquilidad, una mano menos temblorosa. Descorreremos las cortinas de la recamara.

Luego, nos volveremos a preguntar por la coloración del amor. Después de haber corrido un buen rato hacia los colores de la satisfacción y la vida, tenemos los suficientes sentimientos visuales para definirlo mejor Si bien el amor tiene su lado negro-violeta, también tiene otro amarillo-naranja. Es el territorio donde nos sucede todo, donde oscilamos entre el dolor y la alegría.

II

El arcoiris es indudablemente contradictorio. Si no fuera así, el no existiría. Las líneas donde un pigmento se une a otro son como navajas de papel. Y sobre sus filos amamos.
Lo verde es el depositario del dolor, pero esa calidad se la otorga al rojo. Estos colores se cubren con capas violetas y negras. Lunares de vida y satisfacción salpican los colores entonces dominantes. La ciudad se encuentra lejos, clausurada, y uno esta sobre un cuerpo.

En el momento del coito, el azul celeste no participa, se reserva. Solo cuando el arcoiris descansa, pequeños puntos celestes impregnan nuestros labios y brazos. Es el color del agradecimiento, de la duermevela. A su lado vive el azul oscuro, que también sobreviene después del coito, pero se manifiesta en forma de calambres, cincelados por la violencia de lo verde, que así vez ha sido cincelado por lo rojo.

De ahí que verde y rojo no sean colores opuestos. Mas bien se trata de una pareja que puede derrotar cualquier luna anaranjada. Y cuando es así, solo a través de las franjas rojas y verdes gozamos. El desierto se mezcla con la calle allá, en donde pasan los automóviles y la gente. Aquí, lo verde no existirla si no hubiera un rojo fustigado. Vale decir, el rojo no seria tal si el verde no estuviera a la vista sobre el cuerpo fustigado. Rojo y verde se complementan: dolor y gozo, respectivamente, son las voces de sus maneras. Solo llega el ruido del viento que choca contra las dunas.

Por lo tantos, cuando lo verde-rojo predomina en el acto amoroso, a el asisten, en primer termino, la culpabilidad y la muerte. Y , como pequeños seres, saltan el amarillo y el naranja. Después, en aquel instante en que parece que los cuerpos reposan, la habitación se llena d azul oscuro. Algunos puntitos de azul celeste brincotean por aquí y por allá.

El arcoiris a madurado. Se ama de manera amarilla o rojamente, según la hora del día. La ciudad irrumpe en la recamara.

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