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Mis sueños están hechos de agua, los siento como se pueden ir de mí, escurrirse en un abrir y cerrar de ojos.
Cómo mantenerlos cautivos, vivos ¿cómo no dejarlos secar?. La realidad golpea como el fino filo de un cuchillo, despacio, apenas sintiéndolo, pero al cabo de unos minutos nos damos cuenta que es una herida de muerte, una navaja que dio un golpe certero, cortó una arteria vital, de a poco en poco morimos, de gota en gota la vida se nos va.
Así los sueños, los deseos, los anhelos más profundos, esas esperanzas que sólo se convierten en espera, en espera de algo que no llega y nos vamos consumiendo, preguntándonos si alguna ola traerá una burbuja conteniendo nuestro sueño cumplido, algún aliento, una nueva esperanza, pero llegan olas y olas, el viento no las cambia y los sueños con los años se van apagando, se van guardando con la esperanza de volverse a encender.
Antes un basto océano, hoy apenas un lago.
Las cosas, las situaciones, las personas cambian y al final sabremos si fue para bien.